Caminar por las calles de Valdivia es encontrarse muy a menudo con su rica historia patrimonial que ha estado presente desde hace varios siglos. Dos avenidas representativas de esto son Ramón Picarte y General Lagos, separadas por apenas 1.7 kilómetros de distancia, ambas guardan tesoros patrimoniales que datan de la segunda mitad del siglo XVIII y que saltan a plena vista: el Torreón del Barro y el Torreón Los Canelos respectivamente; monumentos históricos que una vez sirvieron como puntos de vigilancia y defensa para los españoles ante posibles ataques indígenas. La génesis de su construcción fue gracias a la acción de un ingeniero militar formado en Barcelona de nombre Juan Garland y White; irlandés al servicio de la Corona Española, que incluso llegó a ser Gobernador Interino de Valdivia. Según narra el Profesor de Estado en Historia, Geografía y Educación Cívica de la UACh y Magíster en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Ricardo Molina, “los planos de estas edificaciones existen en Santiago, en el Archivo Nacional, y también los encontré en el Archivo General de Indias en Sevilla y Simancas en Valladolid. Su diseño es de tipo Atalaya, fortificaciones de origen árabe del norte de África, por lo tanto, este modelo replicado en Valdivia, es herencia de la presencia de esa cultura que durante 7 siglos dominó España antes de su expulsión definitiva en 1492. De hecho, en la zona norte de Marruecos, más próxima al Estrecho de Gibraltar, existe una línea de defensa muy antigua que es de este tipo y que también se puede encontrar en el Oriente Medio como expresiones patrimoniales, arquitectónicas y arqueológicas antiguas”.
CARACTERÍSTICAS
Ambas construcciones fueron edificadas de manera estratégica por los españoles, por ejemplo, en el caso del Torreón Los Canelos, se usaba para la observación de la entrada a Valdivia que viene desde el mar; mientras que el del Barro protegía el norte, donde los ataques podían venir por tierra o río hacia la ciudad. Para ingresar se ocupaban escalinatas externas y su uso también se extendió al almacenaje como bodega y granero. Incluso algunos historiadores indican que habría sido calabozo durante algunos periodos.
En relación a la mano de obra, Ricardo Molina acota que “si bien no existe certeza, es muy probable que se hayan ocupado desterrados en Valdivia, es decir, personas que venían de distintas latitudes del Reino de Chile, específicamente desde Concepción hacia el norte, y que habían cometido algún delito. Esto constituía un trabajo gratuito con el que contaba el Estado Español en esta zona y que permitió varias cosas: la construcción de los Castillos de Niebla y Corral, su mantención y la apertura de rutas como el camino real que unía a Valdivia con Chiloé”.
El material que se ocupó para su construcción fue barro cocido y reforzado; una mezcla fuerte y durable edificada sobre terrenos sólidos y firmes. No hay que olvidar que ambos torreones soportaron los estragos del terremoto del 1960. Paulatinamente, con el tiempo, se han ido reforzando para evitar el deterioro propio del clima local.
En la actualidad, ambas edificaciones, que un día sirvieron de vigilancia, forman parte del patrimonio histórico de Valdivia, donde incluso, en varias oportunidades, sus siluetas han sido ocupadas como logo o símbolo para fines promocionales. “Es un buen momento para valorar nuestro pasado sobre la base de vestigios como éstos. Puede uno estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que fue la Conquista Española, pero la historia se escribió de esa manera y estos torreones son parte de un tesoro que nos pertenece a todos y todas”, concluye Molina.