Caminar por la calle General Lagos en Valdivia es conocer parte de la rica historia patrimonial que encierra la ciudad. Sus veredas colindan paso a paso con casas alemanas de época, el Torreón Los Canelos y, por supuesto, la Universidad San Sebastián y el Campus Miraflores de la Universidad Austral de Chile, que le han otorgado una vida estudiantil única a través de los años. Su nombre actual lo recibió en la década del 80 del siglo XIX, según explica la Directora Académica de la USS, Lorena Liewald: “previamente y dependiendo del tramo era conocida como “Cantarranas” o “Del Hualve”, al corresponder a una zona de carácter pantanoso. También del “Canelo”, nombre que además durante los primeros años del siglo XX, adoptó la subdelegación urbana correspondiente al sector”. Añade que la zona de “Los Hualves”, tras la muralla de la ciudad, comenzó a ser incorporada a fines del siglo XVIII. “En 1798 se demolió parcialmente la muralla (Muro de Duce) para ocupar los alrededores, sin embargo, el inicio de las Guerras de Independencia detuvo ese proceso. Será durante la segunda mitad del siglo XIX que la ciudad comenzó definitivamente la expansión de su límite urbano, el que, finalizando el siglo ya indicado, abarcaba desde Punta de Rieles hasta el sector del Islote Haverberck”, precisa.
ÚNICA
Pero ¿Qué es lo que la hace tan típica? Lorena Liewald dice: “una primera respuesta puede estar vinculada con la arquitectura que la recorre. En ella encontramos los vestigios del pasado colonial alemán e industrial, como lo es la Chimenea Eherenfeld, construida en 1919. Junto a lo anterior, General Lagos, tiene una peculiaridad compartida que le imprime un sello especial como lo son sus dos antiguos balseos en la vereda occidental. En el pasaje Orella se encuentra “La Peña” y si nos extendemos un poco hasta el inicio de la calle Arica podemos encontrar el antiguo balseo de “La Muñeca”, explica.
Acota que estos rememoran el pasado cuando no existían puentes y ambos permitían la conectividad entre distintos puntos de la ciudad, exclusivamente por vía fluvial. De hecho, subraya que los balseos, dependiendo de las condiciones climáticas, eran en sí una aventura debido a que poseían capacidad solo para seis personas y en tiempos de lluvia la labor de estos no se interrumpía. “Los habitantes de Collico, Isla Teja o Las Ánimas, entre otros barrios, diariamente, se dirigían a sus lugares de trabajo cobrando mucha importancia los distintos muelles que recibían a aquellos que laboraban en el sector de los “Barrios Bajos”, lugar en el cual se emplazaban industrias de calzado, curtiembres, astilleros y la primera empresa eléctrica de la ciudad. A ello se suma el desarrollo de un nutrido comercio para abastecer las necesidades de quienes se desplazaban a través del río. Ese era el conjunto que daba vida a General Lagos, esta calle larga que serpentea siguiendo el curso de nuestro río”, finaliza.