El 11 de septiembre de 1973, la valdiviana, docente de castellano y alemán, escritora y Doctora en Filosofía, Beatriz Brinkmann, se encontraba en Marburg, Alemania Federal, desarrollando un doctorado relativo a su campo de estudio. Con solo 31 años de edad, compartía hogar con estudiantes alemanes y de otras nacionalidades que seguían de cerca el caso único de la Unidad Popular en Chile, que había llegado al poder el 3 de noviembre de 1970 a través del médico y político del Partido Socialista de Chile, Salvador Allende Gossens. Las y los caracterizaba, como señala, una tendencia progresista, sin embargo, aquella mañana del martes 11 todo cambiaría, no solo para millones de chilenos, sino también para quienes se encontraban fuera de sus fronteras. “Al saberse la noticia del golpe civil-militar en Chile nos congregamos en la única sala donde había un televisor para obtener más información. Ahí vimos el ataque a La Moneda, supimos que el presidente Salvador Allende había muerto y la verdad es que la consternación fue generalizada y vi correr muchas lágrimas. Con esa brutal acción se destruía un sueño, una esperanza no sólo del pueblo chileno, sino de muchos pueblos a lo largo del mundo, cuya expectativa había sido que ese intento de construir una sociedad con independencia económica y mayor justicia social en libertad, una revolución sin derramamiento de sangre, tuviera éxito y pudiera ser replicado en otros países cuyos pueblos también vivían sometidos a los intereses del imperialismo y la oligarquía nacional”, recuerda Beatriz.
Actualmente reside en la comuna de Los Lagos y preside la Agrupación de Amigos de la Biblioteca Municipal, donde su principal tarea es el fomento lector a través de diferentes actividades con la comunidad, tales como talleres de fabricación de libros artesanales, “los que luego obsequiamos a los jardines que tienen poco material bibliográfico adecuado”, menciona.
Además de la literatura, Beatriz, destaca por su rol como defensora de los derechos humanos, publicando en 1999 el libro “Itinerario de la impunidad. Chile 1973 – 1999: Un desafío a la dignidad, una rigurosa investigación los horrores y delitos cometidos en dictadura en el país.
Beatriz Brinkmann en actividad realizada en Galería Réplica: “No me olvides” en conmemoración de los 51 años del golpe de estado en el país.
Formaste parte de las redes de apoyo para tus compatriotas en Chile. ¿Cómo se gesta esa idea y qué recuerdos tienes de esos tiempos?
“Precisamente por el impacto que produjo la extrema brutalidad de la represión política en Chile, estudiantes de la Universidad de Marburg inmediatamente crearon un comité de solidaridad con el pueblo chileno al cual me integré y se realizaron marchas de protesta exigiendo el respeto a los derechos humanos. Estas actividades también fueron apoyadas por la organización local de la Confederación Sindical Alemana (Deutscher Gewerkschaftsbund), que en Marburg era presidida por una sindicalista socialdemócrata de gran espíritu solidario. Organizaciones similares de solidaridad se crearon no sólo en otras ciudades alemanas sino a nivel mundial”.
“Cuando comenzaron a llegar chilenas y chilenos exiliados, reforzaron las múltiples actividades solidarias que se realizaban. Muy pronto un aspecto central de estas comenzó a ser la preocupación por el terrible método represivo que constituye la desaparición forzada, es decir, los detenidos desaparecidos. Se tomó contacto con la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Santiago, presidida en ese entonces por la compañera Sola Sierra, algunas familias especialmente golpeadas fueron apadrinadas y en muchísimos escritos a las autoridades dictatoriales se exigió el esclarecimiento del destino de las víctimas”.
“Por otra parte, tanto en Marburg como en otras ciudades alemanas creamos organizaciones que centraron su preocupación en la infancia chilena (Kinderhilfe Chile), apoyando, por ejemplo, los comedores infantiles a través de la Vicaría de la Solidaridad, la Metropolitana de Pobladores y el Departamento Femenino de la Coordinadora Nacional Sindical o jardines infantiles de otras regiones del país”.
Fuiste acusada del fallido atentado en contra de Pinochet. ¿Si te puedes explayar al respecto?
“Te agradezco esta pregunta porque me permite aclarar que eso no corresponde a la verdad. Sé que en internet circula un documento con esa aseveración, que deriva de una entrevista realizada en Alemania y publicada en un periódico mexicano, pero es una distorsión de lo que efectivamente expresé. Yo era dirigente del Partido Comunista a nivel local en Valdivia y fui detenida por agentes de la CNI en el marco de un operativo realizado los días 18 y 19 de septiembre de 1986, que significó la detención y traslado a la casa de torturas de la CNI en calle Pérez Rosales – hoy casa de la Memoria y los Derechos Humanos- de más de 20 compañeras y compañeros militantes del Partido Comunista, de las Juventudes Comunistas y del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en esta ciudad así como de Los Lagos y Río Bueno. Operativos represivos similares también tuvieron lugar en otras ciudades del país, lo que constituía una brutal represalia por el fallido atentado contra Pinochet efectuado en Santiago pocos días antes, pero esa es la única vinculación con ese hecho, ninguno de nosotros fue acusado de haber tenido alguna relación con el atentado, porque efectivamente nunca la hubo”.
¿Cuándo vuelves definitivamente a Chile y cómo fue esa vivencia?
“Después de un año de prisión política en la cárcel de Isla Teja, gracias a la presión solidaria exigiendo mi libertad, especialmente desde Alemania, pude abandonar la prisión, pero con la condición de irme del país. Acompañada de un funcionario de la Embajada de la RFA fui trasladada en septiembre de 1987 de la cárcel al avión hacia Santiago y de ahí a Alemania, donde me reincorporé al trabajo de solidaridad con el pueblo chileno. El proceso judicial siguió su curso y en 1989 fui condenada a un año de cárcel, pena que estaba cumplida, por lo que pude regresar a Chile a fines de ese año. Me radiqué en Santiago, donde tuve la oportunidad de trabajar en el Centro de Salud Mental y Derechos Humanos, CINTRAS, a cargo de las publicaciones institucionales, como la revista “Reflexión”, y del centro de documentación. En representación de CINTRAS me incorporé a la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y fui cofundadora de la Comisión Ética contra la Tortura”.
En la ex Cárcel Isla Teja de Valdivia, Monumento Histórico Nacional y sitio de Memoria.
¿Cómo has visto el desarrollo de Chile desde la recuperación de la democracia hasta la actualidad?
“Es una pregunta extremadamente amplia. En el ámbito de los derechos humanos sin duda ha habido algunas medidas positivas como la creación de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación por el Presidente Patricio Aylwin, pero todas han tenido el nefasto sesgo de la impunidad. Como el nombre de la comisión lo indica, se pretendía pasar del reconocimiento de una parte de la verdad relacionada con la represión política con consecuencia de muerte directamente a la reconciliación. Y eso no es posible. La justicia es un valor ético imprescindible para la construcción de una sociedad verdaderamente democrática y estable”.
“La tarea de establecer verdad y justicia así como la recuperación de la memoria tuvo que ser asumida por los propios afectados por la represión y sus familiares. Todos los sitios de memoria tienen esa génesis y continuamos con la tarea de mantenerlos, darlos a conocer y transmitir la memoria social asociada a ellos”.
Publicaste en 1999 el libro “Itinerario de la impunidad: Chile 1973-1999. Un desafío a la dignidad”. ¿Tienes pensado trabajar en otra publicación?
“El libro que mencionas lo escribí cuando trabajaba en CINTRAS, motivada por el hecho que en la atención médico-psicológica que brindaba esa institución a personas afectadas por la represión política durante la dictadura civil-militar se constataba permanentemente que uno de los factores determinantes del daño traumático y de las retraumatizaciones era precisamente la impunidad. Por eso me interesó investigar cómo se había gestado y luego mantenido en todo el período post dictadura”.
“Cuando volví a radicarme en el sur y me integré a la Agrupación de Ex Presos Políticos y Familiares de Valdivia se me encomendó la tarea de rescatar la historia de la prisión política en la ex cárcel de Isla Teja. De esa investigación nació el libro “Memorias de la prisión política en Valdivia. 1973-1991” que fue publicado en 2019, gracias a un proyecto presentado por la Agrupación y aprobado por el Ministerio de la Cultura y las Artes”.
“Actualmente no estoy trabajando en ninguna publicación, pero sí me gustaría escribir en algún momento algo sobre la solidaridad internacional, porque siento que estamos en deuda con ese tema que fue crucial para salvar muchas vidas, rescatar de la cárcel a los perseguidos y apoyar de múltiples maneras al pueblo chileno en su lucha por la recuperación de la democracia”
Presentación del libro Memorias de la Prisión Política en Valdivia 1973-1991 en Los Lagos.
Hace años atrás realizamos un taller de escritura autobiográfica con mujeres, el cual culminó con la publicación del libro “Retazos de memoria. Las mujeres tenemos algo que contar” en el año 2014. Posteriormente, el mismo grupo de mujeres integrantes de nuestra Agrupación realizamos un taller de lanigrafía, bordando con esta técnica diferentes motivos patrimoniales de la comuna de Los Lagos, como la antigua estación Collilelfu, la iglesia de Quinchilca, etc. También este trabajo llevó a la publicación de un libro que reproduce tanto las imágenes bordadas como pequeños relatos referidos a las mismas, el que titulamos “Entre lanas y letras. Lanigrafías. Patrimonio natural y cultural de la comuna de Los Lagos”.
Beatriz Brinkmann, escritora y docente.